viernes, 27 de noviembre de 2009

Gracias, Raul.



Hace unos años, no recuerdo como ni donde, conocí a un enfermero que me gustaba. Era andaluz, rubio con ojos azules y de previsible acento gracioso. Un día me invitó a su piso, vimos la tele en su salón, me hizo dos sandwinchs de jamón y queso y acabamos acostándonos. Recuerdo que me pareció muy mono, pero que lo etiqueté enseguida en el grupo de profesionales de la salud kamikaze, es decir, los médicos y enfermeros varones que son tan poco cuidadosos con su cuerpo y su vida: que fuman, beben, se drogan y no tienen reparos en intentar follarte sin condom…



Un ex que tuve también era enfermero y me dijo una vez que ver morir todos los días a la gente es como ver tu profio final repetido “una y otra y otra vez”, y que por eso mucha gente que trabaja en la sanidad quiere vivir la vida a tope y sin reflexionar, ya que ven que la muerte llega de todas formas. El rubio andaluz fumaba como un carretero, me la chupó sin condom y temo que hubiera querido haberme hecho más cosas sin el de haberme yo dejado. Cuando le dije que siendo enfermero no lo veía muy “modelo de conducta saludable” cambió el tono de voz a más áspero y me dijo que él sabía perfectamente lo que se hacía. Nada más. Aunque una semana después le mandé un sms al que me contestó con educación nunca más volvimos a vernos más que de lejos en algún bar de ambiente o la calle.


Creo que muchos meses más tarde, chateando en chueca.com, fue cuando conocí a Raul. Al principio me pareció una de esas almas artistas y bohemias que vagan por la red. Recuerdo que me mandó unas fotos maravillosas, en las que salía horroroso, él tumbado en un cesped verde intenso mirando al cielo con los ojos abiertos e inspirados, otra intentando chuparle el pezón a la estatua de la sirenita de Copenhage, una de todos sus pantalones tendidos en una azotea bajo un precioso cielo azul cerúleo (siempre había querido usar esa palabra desde que vi "El diablo se viste de Prada)… y en todas salía haciendo muecas y sonriendo, desde muchos paises del mundo, con ese gesto tan natural que descubre todos tus defectos e imperfecciones. Me fascinó eso porque yo no puedo dejar de poner morritos por la Cam cuando sé que me ven al otro lado. Normalmente lo hubiera borrado de mi msn por poco apetecible (perdonen la sinceridad), pero su conversación fue tan interesante y como luego me mandó un enlace a su blog, en el que me pareció que escribía de putísima madre, acabé pensando que se trataba de un chico que valía la pena conocer y lo mantuve en mis conctactos.


Luego estuvimos sin hablar cerca de un año. Viéndonos solo conectados por el msn un día si y otro no. Y un día, por pura casualidad se me ocurrió meterme en su blog de nuevo y descubro para mi sorpresa una foto del enfermero andaluz titulada “Amsterdam” en que se le veía sonriendo a la cámara. Debajo de la foto un texto dedicado que Raul había escrito, uno de despedida en plan “¿por qué te fuiste?”, y “que injusto que te tuvieran un mes sin respirar por ti mismo hasta que te marchaste” y cosas parecidas. En cuanto pude escribí a Raul y le pregunté si aquello significaba lo que parecía. Quedamos días más tardes y nos conocimos por fin en persona. Entonces me contó su historia con el enfermero andaluz, que el chico acababa de morirse de una neumonía después de 20 días en la UVI, que era uno de sus mejores amigos en los últimos tiempos, que él intuía que había sido porque tenía Sida pero nunca se lo había confesado, que habían viajado juntos muchas veces, que todavía no se lo creía, que había ido a su velatorio, que la familia del chico había venido desde Andalucía para velarlo y que el hermano del enfermero era idéntico a él… todo eso me contó.


Lo primero que pensé es que menos mal que hacía pocos meses que me había dado negativa la prueba del VIH y luego que es la primera persona con la que me he acostado que se ha muerto. Al menos que yo sepa. Es una sensación rara, un poco de viuda negra, como si el hecho de haber follado contigo hubiera tenido algo que ver. También pensé que es perturbador tener en el móvil el número de una persona fallecida y verlo al pasar la agenda. ¿Quién contesta los número móviles de los que se mueren…?


Desde entonces Raul y yo somos amigos de carne y hueso, y no de ordenador. En mi móvil lo tengo como “Raul artista” y es que en efecto tiene esa imagen de bohemio con pantalones horrorosos al que no le importa lo que pienses de él y que lo hace hermoso y atrayente. Al final no es tan hippie como parecía en las fotos, ni tan abierto, ni tan expresivo como a mi me gustaría que fuera… pero me gusta muchísimo. Y luego no es feo para nada… su seguridad y su falta de interés en resultarte atractivo lo hace un chico guapísimo y que me apasiona. Nunca llora, ni nunca te habla de sentimientos profundos si puede evitarlo, y cuando lo hace lo hace protegido, con mucha ironía y como si el asunto realmente no le importara demasiado. Tiene su coraza, pero yo también la tengo y también acepto la suya. Y no es absolutamente para nada mi estilo de hombre, pero a veces me gustaría darle un beso largo y apasionado solo para ver como me siento. También me he imaginado como sería echar un polvo con él y en si será tan apasionado y volcánico como su personalidad refleja. Afortunadamente como me conozco sé que el interés me duraría lo que se mantuviera el beso o la confirmación de que él estuviera dispuesto a follarme. Soy un vanidoso, pero mariconadas aparte lo quiero cada día más.


Anoche tuve un problema con la válvula de mi bombona de butano de mi casa. Se volvió loca y empezó a soltar un chorro constante de gas. Se hicieron las 3 y media de la madrugada y yo estaba solo en casa, así que la acabé sacando al jardín para que se vaciara sin peligro, pero el olor empezó a entrar por todos lados, por el salón, por el sótano y el aire dentro y fuera de la casa era irrespirable. Parecía una película de Charlot, yo intentando tapar la bombona con el tapón y el tapón volando de la presión, yo con un trozo de cinta para tapar el dosificador y poniendo la cabeza en dirección contraria para no respirar… y todo siendo inutil. Intenté meterme en la cama y dormir con la puerta cerrada, pero hasta mi cuarto llegaba el pestazo. Pensé que alomejor moría afixiado, solo, y no llegaba a cumplir los treinta años. Entonces llamé a Raul, aunque ya eran las cuatro de la mañana, pero me cogió el teléfono y le pedí si me podía acoger en su sofá antes de que muriera por inhalación de gases tóxicos. Dejé la bombona exhalando gas todavía en el jardín, cercana ya a vaciarse, y fui a su casa en taxi y le di un abrazote fuerte. Me dio una cama, una manta, una sábana, un buenas noches, y me dijo que soy un hipocondriaco porque no iba a pasar nada. Mientras intentaba dormirme pensé que mi segunda entrada en mi blog tiene que ser para contar lo mucho que quiero a este chico y lo orgulloso que estoy de que sea mi amigo.

Gracias por todo Raul.

martes, 10 de noviembre de 2009

Un pelo de tonto.


Al girar la llave en la cerradura y abrir la puerta del piso después de un año, me recibió en el pasillo de entrada el cubo y la fregona. Estaban justo en la misma posición que un año antes yo mismo los había colocado después de fregar por última vez el suelo y marcharnos pitando. Y en eso momento me acordé de ti, de nosotros.

Recordé la escena de yo quitando huellas de las baldosas para que todo quedara bonito y pensando en si me olvidaba algo, aquel frenético momento 365 días antes, de los dos con las maletas saliendo del piso, tu para coger el tren a Madrid y yo el avión a Tenerife después de aquellos tres románticos días juntos...

Ya dentro de la casa, el sofá donde de rodillas te había hecho aquel mamadote hasta el final, el baño en que nos duchamos después de tanto polvo, la cocina donde calentamos crema de calabaza Knorr y pechugas de pollo o el cuarto de la tele donde vimos alguna peli me recibieron en silencio, en plan los hogares de Hiroshima después de la radiación... en plan casa de Anna Frank vacía después de la detención nazi... Pasen y vean que parece que no ha pasado el tiempo y que todo sigue igual que entonces...

Me vino todo a la cabeza ¿sabes?, mientras recorría las habitaciones una a una, me vino la nostalgia, el cariño, lo bonito de aquel fin de semana dale que te pego, entre obras de teatro, horchata y dormir abrazados... Y la cama, deja que te lo diga. La cama doble en el dormitorio de mis padres, la cama profanada, en los que tantos abrazos por la espalda te daba y tu me dabas a mi, vueltas y vueltas... En ella descubrí que todavía estaban puestas las mismas sábanas de la última noche contigo, porque en aquel entonces con las prisas no las había puesto a lavar antes de marcharnos.

Que sepas niño que la noche del pasado sábado, coincidiendo con el aniversario de nuestra estancia allí y en tu homenaje, dormí entre aquellas sábanas que hacía un año nos envolvieron respetando tu lado de la cama. La verdad olían un poco a humedad, a cerrado... pero creo que intuí tu perfume, tu olor, un poco en el pliegue de la funda de la almohada que usaste, o un poco en mi imaginación. La gracia es que cuando escarbé entre las arrugas encontré algo que hizo que el corazón me diera un vuelco: Un cabello tuyo. Sé que no era mío porque yo tengo el pelo más negro y más grueso. El tuyo es fino, marroncito y debil. Lo cogí entre los dedos y me sonreí con un poco de amargura. Pensé en que ahora follas con otro y ese otro tiene tus pelos “entre sus sábanas calientes”, como decía Olga Guillot en “Me muero, me muero”. Así que lo miré un rato entre triste y nostálgico, lo cogí como un tesoro y mientras le daba vueltas pensé en que había permanecido un año entero allí escondido, a oscuras, oculto bajo el nórdico de Ikea y la sábana amarilla. Había algo emocionante en esa evidencia arqueológica de lo nuestro, una prueba tangible de que una vez me tuviste cariño y dormiste conmigo. Seré imbécil, pero era bonito que ese pelo hubiera permanecido allí durante los últimos meses, mientras nos seguíamos viendo, mientras me dejabas y mientras se rompía todo.

De pronto se me ocurrió envolverlo en un papel y al rato salí de casa rumbo a la Ciudad de las Artes y las Ciencias, buscando el puentecito y esa especie de riachuelo que hay por ahí, con la intención de tirarlo, de liberarme de él en plan ceremonia profunda de autoayuda. Pensé que sería bonito el momento de soltarlo, ver como caía en el agua y después de su larga historia contemplarlo hundirse ante mis ojos. Un rollo liberación metafórica, ¿entiendes?.

Pues aquí tienes la foto para que veas el momento. He de confesar que la falseé (¿se escribe así?) un poco. Cuando desenvolví el pañuelo y buscaba el pelo en medio del frío y las oscuridad se me fue volando y ni siquiera ví donde cayó. Nunca había intentando buscar un pelo dentro de un trozo de cleenex una noche ventosa. Pero realmente aunque la imagen refleje una escenificación, lo que es verdad es que aquel pelo cayó en el agua, o en el barro o en la tierra y ahí sigue y permanece ahora...

Solo quería que lo supieras: que en algún lado de Valencia tienes un pelo perdido, integrado con el cosmos, la naturaleza, el universo y todo eso. Un pelo que alguna vez debí acariciar entre los dedos y que ahora acarician las hormigas, el viento y la puta Madre Tierra. Un pelo tuyo que ahora si definitivamente no podré recuperar jamás.

Mira que eres tonto.